Memoria del vacío
Limpio la mesa del patio y descubro una foto atrapada entre las páginas de un libro. Es de mi madre y yo, en un verano que casi no recuerdo.
―¿Quién es? —pregunta mi hija, con esa inocencia que no sabe de nostalgias.
—Es tu abuela —respondo, pero mi voz suena distante.
Voy a averiguar cuándo dejé de recordar su risa o el sonido de su voz al llamarme. El tiempo erosionó los bordes de su rostro, como el aire que desgasta una estatua en el jardín vacío, desdibuja su presencia en mi retentiva. Ya no sé si mis recuerdos son ecos o espejismos.
—Era hermosa —dice mi hija.
La miro y algo se recompone dentro de mí. Quizá olvidar no sea perder, sino transformar; dejar espacio para nuevos recuerdos que, aunque distintos, florecen.
Dejo la foto donde la encontré, pero ahora vive en mi memoria.
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